viernes, 19 de febrero de 2010

El problema del pecado

Cuando Dios terminó la creación en este mundo, hizo una evaluación de su obra durante los seis días anteriores con las siguientes palabras: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera.” Es decir, todo le quedó perfecto. No había error alguno, ni defecto. Esto incluía al ser humano que había sido creado a imagen y semejanza de Dios.

Pero en algún tiempo anterior, había surgido un problema en el cielo: el pecado. El principal querubín cubridor se había revelado contra Dios y estaba dispuesto a lastimar a Dios donde más le doliera. Por eso en la Biblia se le llama Satanás (adversario, enemigo). Cuando Dios creó a Adán y a Eva, Satanás vio en ellos un blanco de su ataque: intentaría convertirlos en sus aliados para luego esclavizarlos.

La historia es conocida: Dios le pidió a Adán y Eva que se abstuvieran de comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Satanás, escondido detrás de una serpiente inició un diálogo con Eva y la convenció de comer del fruto prohibido. Eva compartió el fruto con Adán quien también comió de él y… “oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto” (Génesis 3:8). La comunicación entre Dios y sus hijos se había roto.

Ahora el hombre tenía miedo de Dios. Esta es la primera consecuencia del pecado. Pero no es la peor, “porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). La muerte haría que la separación de Dios fuese eterna.

Lo que NADIE sabía en todo el Universo, es que Dios tenía un plan de emergencia para esta situación. El texto de Romanos 6:23 termina diciendo: “mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.” Dios se haría hombre (Cristo Jesús) para rescatar a la raza humana de las garras de la muerte.

Este concepto es presentado en el Santuario por medio de un montón de cenizas en el lado oriente del altar (véase Levítico 1:16). Allí se colocaban las cenizas producto del fuego que ardía continuamente en el altar. La puerta del Santuario estaba en el lado oriente, así que entrando en el atrio, lo primero que se observaba era ese montón de cenizas.

En el Salmo 73, Asaf el salmista narra su experiencia. “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; Por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos.” (v.3) “He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas. En verdad, ¿de qué me sirve mantener mi corazón limpio y mis manos lavadas en la inocencia?” (v.12, 13) “Cuando traté de comprender todo esto, me resultó una carga insoportable,” (v.16)

Hasta aquí, el salmista se pregunta por qué, aparentemente, a los impíos les va muy bien y en contraste le parece que no vale la pena mantener limpio su corazón. “Difícil de comprender” es su conclusión. “Hasta que entré en el santuario de Dios; allí comprendí cuál será el destino de los malvados” (v.17) ¿Qué fue lo primero que vio al entrar en el santuario de Dios? ¡Un montón de cenizas! Entonces explica lo que entendió: “En verdad, los has puesto en terreno resbaladizo, y los empujas a su propia destrucción. ¡En un instante serán destruidos, totalmente consumidos por el terror! Como quien despierta de un sueño, así, Señor, cuando tú te levantes, desecharás su falsa apariencia.” (v.18-20)

“Se me afligía el corazón y se me amargaba el ánimo por mi necedad e ignorancia. ¡Me porté contigo como una bestia! Pero yo siempre estoy contigo, pues tú me sostienes de la mano derecha. Me guías con tu consejo, y más tarde me acogerás en gloria.” (v.21-24)

“¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra. Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna. Perecerán los que se alejen de ti; tú destruyes a los que te son infieles. Para mí el bien es estar cerca de Dios. He hecho del Señor Soberano mi refugio para contar todas sus obras.” (v.25-28)

Rechazar el plan de Dios para la salvación, nos conduce a la destrucción, nos condena a terminar siendo cenizas. Pero Dios quiere que tengamos vida eterna. Por eso nos muestra su plan a través de los símbolos y las ceremonias que se realizaban en el Santuario.

Gracias por escribir sus comentarios. Continuará la próxima semana…


Todos los textos de la Biblia, excepto cuando se indica lo contrario, han sido citados de la Nueva Versión Internacional publicada por la Sociedad Bíblica Internacional en 1979.

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